Su Universidad debe alcanzar la EXCELENCIA, querido lector. Excelencia, excelencia, EXCELENCIA... ¡ya no sabe uno ni lo que significa, de tanto oírlo!
Lo excelente es lo sobresaliente, lo que destaca. No todas las universidades pueden ser (igualmente) excelentes, porque entonces ninguna sobresaldría ni destacaría de entre las otras. La excelencia apela a una comparación, tiene un contenido competitivo. Si su Universidad es excelente es porque lo es más que otras –al menos, en algún campo-.
Cuando nos referimos a la docencia, la excelencia se puede referir a muy diversos factores. Así, en el aspecto de la prestación proporcionada por la Universidad, podemos aludir a unos docentes sobresalientes, incisivos y amenos; a una especial dedicación de los docentes a los alumnos en su atención individualizada; a unos medios docentes y discentes ricos y variados; etc.
Pero si atendemos a los resultados de aprendizaje obtenidos por los alumnos, ahí juega un papel esencial la EVALUACIÓN. Y no sólo como modo de detectar cuál es el nivel de aprendizaje logrado (es decir: como instrumento de conocimiento de lo que han aprendido los alumnos), sino como instrumento docente fundamental.
Una evaluación razonable pero rigurosa, que establece objetivos alcanzables mediante esfuerzo, establece cuál es el nivel de exigencia de una determinada Facultad. Si ese nivel se elevase temerariamente, la Facultad se vaciaría en sus cursos superiores y sólo obtendría unos pocos licenciados al año. Si por el contrario se eleva a niveles alcanzables mediante esfuerzo, la Facultad logrará producir egresados competentes, con buenos niveles de preparación (al menos, en los extremos medidos por las pruebas de evaluación).
Pero si la evaluación se hunde; si se convierte en un medio de comprobar si el alumno viene o no a clase o si hace o no sus tareas (¡renunciando a una mínima profundidad en el análisis de qué y cuánto ha aprendido con ello!), entonces estaremos renunciando a toda excelencia en la Universidad.
Así, en mi Facultad detectamos muy pronto que ciertos cambios en los mecanismos de evaluación del primer año “bolonio” estaban primando una mediocrización del aprendizaje, e intentamos dar un cambio para los años siguientes (cambio cuya primera evaluación deberemos afrontar en breve).
No se puede olvidar el mandato que la Sociedad dirige a una Facultad que expide títulos para profesiones regladas: “dígame qué alumnos cumplen con los requisitos mínimos; y, de entre todos los que los cumplen, establezca un rango de calificaciones”.
No dejo de pensar que la solución a esta última deriva pedabóbica que afrontamos (y que, poco a poco, vamos venciendo) estaría en el establecimiento de exámenes estatales para la obtención del título, comunes a todas las Universidades. Una “selectividad universitaria” (¿no tiene acaso la evaluación en la docencia universitaria una función selectiva?). Eso nos permitiría saber si los alumnos de todas las universidades son igualmente formados; y nos permitiría salir de este horrible Cambalache en el que todo es igual y nada es mejor: es igual un título expedido por una Universidad prestigiosa de verdad que uno expedido por una Universidad-Garaje privada de la Sierra.
*Jacobo Dopico Gómez-Aller es Profesor Titular de Derecho Penal de la Universidad Carlos III de Madrid.
Lo excelente es lo sobresaliente, lo que destaca. No todas las universidades pueden ser (igualmente) excelentes, porque entonces ninguna sobresaldría ni destacaría de entre las otras. La excelencia apela a una comparación, tiene un contenido competitivo. Si su Universidad es excelente es porque lo es más que otras –al menos, en algún campo-.
Cuando nos referimos a la docencia, la excelencia se puede referir a muy diversos factores. Así, en el aspecto de la prestación proporcionada por la Universidad, podemos aludir a unos docentes sobresalientes, incisivos y amenos; a una especial dedicación de los docentes a los alumnos en su atención individualizada; a unos medios docentes y discentes ricos y variados; etc.
Pero si atendemos a los resultados de aprendizaje obtenidos por los alumnos, ahí juega un papel esencial la EVALUACIÓN. Y no sólo como modo de detectar cuál es el nivel de aprendizaje logrado (es decir: como instrumento de conocimiento de lo que han aprendido los alumnos), sino como instrumento docente fundamental.
Una evaluación razonable pero rigurosa, que establece objetivos alcanzables mediante esfuerzo, establece cuál es el nivel de exigencia de una determinada Facultad. Si ese nivel se elevase temerariamente, la Facultad se vaciaría en sus cursos superiores y sólo obtendría unos pocos licenciados al año. Si por el contrario se eleva a niveles alcanzables mediante esfuerzo, la Facultad logrará producir egresados competentes, con buenos niveles de preparación (al menos, en los extremos medidos por las pruebas de evaluación).
Pero si la evaluación se hunde; si se convierte en un medio de comprobar si el alumno viene o no a clase o si hace o no sus tareas (¡renunciando a una mínima profundidad en el análisis de qué y cuánto ha aprendido con ello!), entonces estaremos renunciando a toda excelencia en la Universidad.
Así, en mi Facultad detectamos muy pronto que ciertos cambios en los mecanismos de evaluación del primer año “bolonio” estaban primando una mediocrización del aprendizaje, e intentamos dar un cambio para los años siguientes (cambio cuya primera evaluación deberemos afrontar en breve).
No se puede olvidar el mandato que la Sociedad dirige a una Facultad que expide títulos para profesiones regladas: “dígame qué alumnos cumplen con los requisitos mínimos; y, de entre todos los que los cumplen, establezca un rango de calificaciones”.
No dejo de pensar que la solución a esta última deriva pedabóbica que afrontamos (y que, poco a poco, vamos venciendo) estaría en el establecimiento de exámenes estatales para la obtención del título, comunes a todas las Universidades. Una “selectividad universitaria” (¿no tiene acaso la evaluación en la docencia universitaria una función selectiva?). Eso nos permitiría saber si los alumnos de todas las universidades son igualmente formados; y nos permitiría salir de este horrible Cambalache en el que todo es igual y nada es mejor: es igual un título expedido por una Universidad prestigiosa de verdad que uno expedido por una Universidad-Garaje privada de la Sierra.
*Jacobo Dopico Gómez-Aller es Profesor Titular de Derecho Penal de la Universidad Carlos III de Madrid.
¡Por fin volvió el pejcao! Celebro vuestra vuelta.
ResponderEliminarInteresante el post, como (casi) siempre. Bien es cierto que el asunto de la excelencia está tan trillado y es tan recurrente que, por desgracia, muchas veces es utilizado su nombre en vano.
Por lo que he podido apreciar, muchos de los que abogan por la susodicha excelencia y lo hacen cara a la galería y al periódico de turno...resultan no ser más que otros chupópteros que añadir a una interminable lista.
Muchos de ellos hablarán desde la legitimidad que les otorgan sus cátedras que, posiblemente, hayan alcanzado por "méritos" muy diversos pero casi siempre poco inspirados en esa pretendida y predicada excelencia (v.gr ser un viejo decrépito). En fin.
Metiéndonos en harina... Pues ¿qué decir sobre la evaluación? Las calificaciones no son una buena vara de medir. Ya no.
Los motivos proporcionan una evidencia: si la asistencia cuenta un 30% y los conocimientos adquiridos un 70% (habría que ver qué se evalúa aquí también), el que acaba su licenciatura/grado en Derecho, en Periodismo o en Sociología con una buena calificación podría ser perfectamente mejor calientasillas que jurista, periodista o sociólogo. La nota deja de reflejar quién está mejor preparado en los estudios que cursa, valorando otras circunstancias, ergo no cumple su función.
Pero la tendencia no sólo se observa en el sistema de calificación. Percibo una ausencia total de cualquier interés en perseguir a los más chuletas: ¡resulta que es más difícil copiar en la ESO que en la Universidad! Eso por un lado.
Por otro, las revisiones de examen parecen las puertas de un comedor social a mediodía. El que no llora no mama y aquí hay mucho llorón...o mucho mamón (perdón por utilizar el genérico). Podría seguir enumerando pero es tarde.
Desde el momento en que dentro de la nota incluimos 1 punto por lloro (o por...) y 3 puntos por desgastar las preciosas sillas de la Universidad, compradas al efecto para esas aulas tan cucas de grado boloñés, ¿dònde queda la preparación? ¿dónde quedan los conocimientos adquiridos? Ni le cuento si ya añadimos lo fácil que ha resultado el examen con mi papelito de la risa.
Asistimos a la devaluación de la evaluación. Con el empecinamiento actual en estos métodos no parece que vaya a existir solución de viable en este campo... Habrá que buscar, en consecuencia, otras variables que permitan separar el grano de la paja.
Aquí un alumno de la UC3M al que Jacobo le ha dado Derecho Penal Parte Especial (Delitos contra las personas y la sociedad).
ResponderEliminarEl grado de mediocridad que está alcanzando la UC3M se está viendo con la nota que se publicó el otro día de Penal Parte Especial, que es la asignatura de Jacobo.
Prácticamente toda la carrera esperaba notas altas, como nos han ido acostumbrando desde primero. Pero ¡por fin! un profesor no nos ha regalado nada. Se observa claramente en la media que se ha obtenido en Penal si lo comparamos con otras asignaturas.
Es impresionante ver como compañeros que llevamos en la continua un 7 vamos a un examen final y no sabemos si llegaremos al 3. También aconsejo llamar la atención al coordinador de Contabilidad de Gestión (Manuel Nuñez) que ha hecho que la media de nota de la clase sea superior a siete y no tenemos ni puta idea de contabilidad, hablando en plata.
Creo que la UC3M se viene abajo. Este sistema boloñés de dividir la nota en pequeños porcentajes no funciona. Podría funcionar introduciendo modificaciones, pero tal y como se observa no funciona. Vamos a obtener un Doble Grado en Derecho y ADE y hay alumnos que no sabemos ni contabilizar la factura de un proveedor (eso sí, en todas las asignaturas de contabilidad tenemos un 7) o no sabemos que la imprudencia sigue un sistema de "numerus clausus" que establece el CP.
Ya sí que la UC3M es la pública diferencia. Por lo que observo en otras universidades (UAM), se llega a exigir aprobar por separado parte práctica y parte teórica (así se garantiza que el alumno sabe un mínimo teórico), así que podemos concluir que la UC3M es una universidad garaje de la sierra pero a precios públicos. La diferencia está en que para entrar en una privada hay que pagar un pastizal y la UC3M te lo "cobra" en nota de corte.
A seguir así, Jacobo. En las siguientes asignaturas de Penal no bajes ni la guardia ni el nivel.
Un abrazo de un alumno descontento pero con una buena media en la carrera.
PD: Creo que la diferencia entre aplicar bien Bolonia o no en la UC3M es evidente entre las asignaturas de Derecho (más exigentes y que exigen un mayor trabajo) y las de ADE, donde, por regla general, te las regalan por ir a clase y calentar la silla.
Creo que sería posible evaluar a las universidades de una forma objetiva desde la administración. Cruzando los datos de Hacienda con los listados de titulaciones oficiales se podría determinar, controlando por las variables necesarias, el impacto de estudiar en una determinada universidad sobre los ingresos de sus egresados. Algo similar -aunque basado en encuestas- se utiliza con las escuelas de negocios, y funciona. Así nos dejaríamos de dudosos criterios de excelencia y se podría ver que universidades producen lo que la sociedad demanda -y por lo tanto retribuye-.
ResponderEliminarMe alegro de que alguien en Bolonia lo confirme (comentario de Anónimo). Cuando se hizo el cambio a Bolonia, mucha gente de licenciatura pasó a Bolonia, normalmente gente que había aprobado muy pocas o casi ninguna asignatura de primero de licenciatura. Año siguiente, observo que casi la totalidad son gente de notable para arriba y hasta varios sobresalientes por cuatrimestre, llegando a sacar notas que en licenciatura en todas las asignaturas solo saca muy poca gente con mucha capacidad, esfuerzo y tiempo. Si fuera uno podría hasta haber creido en que esa persona había cambiado y ahora se esforzaba muchísimo, pero era algo tan generalizado que hacía sospechar que se había bajado el nivel de exigencia.
ResponderEliminarEn licenciatura se sigue exigiendo aprobar parte teórica y práctica. Luego no sé si esto pasa en Bolonia, pero tb hay exámenes divididos en bloques en alguna asignatura (no estrictamente bloque teórico y práctico) y suspendido uno da igual el otro (a veces creo que ni se corrige). Hay otros de una pregunta en blanco o una de "no contestar estrictamente a lo que se pregunta" suspenso (por fortuna, no es algo generalizado)o, una variación de lo anterior, pregunta con menos de x nota suspenso (aunque el resto estén bien, bastante bien o muy bien y por suma dé aprobado).