Una joven discípula mía está elaborando su tesis doctoral, bajo mi dirección, en la Universidad de León. Se trata de una brillante y prometedora investigadora y docente, que realizó su licenciatura en Derecho y su especialización en Derecho penal en una universidad extranjera, con un expediente sobresaliente. Gozaba de un beca de dos años y medio de duración para realizar su investigación en España. La beca se acabó el pasado verano, no habiendo ella podido concluir la tesis, lo que parece lógico, pues dos años y medio no son normalmente suficientes para elaborar una buena tesis de la parte general del Derecho penal, como es la suya, más aún si se tiene en cuenta el tiempo dedicado a los cursos y seminarios de doctorado y al trabajo de investigación del doctorado, a integrarse plenamente en mi grupo de investigación y a colaborar en todas las tareas del día a día universitario, estudiar alemán y elaborar algunas muy interesantes publicaciones y ponencias.
Ella y yo deseamos que no tenga que volver a su país de momento y pueda concluir su tesis en España. Para ello, hemos abierto diversas posibilidades, pero que no se resolverán hasta dentro de unos meses. Entre tanto la Universidad en que se licenció y especializó le ha ofrecido una beca para continuar con su tesis en León, con la condición de que deberá, a su vuelta, permanecer vinculada a esa universidad tanto tiempo como ésta le haya financiado su estancia de investigación en España. A eso, creo yo, se le llama invertir en talento y aprovechar sanamente esa inversión.
¿Qué universidad es ésa tan generosa y, a la vez, tan cuidadosa de sus talentos e inteligente para aprovecharlos? ¿Tal vez una prestigiosa universidad de la vieja Europa? ¿Acaso una potente universidad norteamericana? ¿Será una emergente y rica universidad asiática? Pues no: se trata de una universidad colombiana, privada, no muy antigua, pero que está realizando un esfuerzo considerable, al menos en el área de Derecho penal, para tener a los mejores y ayudarles a trabajar, exigiéndoles, eso sí, esfuerzo y resultados. Y lo está consiguiendo, desde luego. Aunque aquí esto es lo de menos, se trata de la Universidad EAFIT, de Medellín, y la beca que consiguió mi discípula para sus primeros dos años y medio fue una beca Alßan, lo que también dice de su valía.
Tengo otra brillante discípula que estudió su licenciatura en Derecho en la Universidad de León, se vinculó a su área de Derecho penal a través de una beca de investigación de la Junta de Castilla y León para elaborar su tesis doctoral bajo mi dirección (lo que hizo, integrándose del todo y realizando a plena satisfacción las labores de diversa índole propias de la universidad) y, al acabar esta beca sin haber concluido la tesis, consiguió otra beca de una institución financiera, muy competitiva, para concluir la elaboración se su tesis en una universidad alemana, bajo la tutela de un prestigioso Catedrático de Derecho penal de ese país. Elaboró una tesis excelente sobre un difícil tema de la parte general del Derecho penal, la defendió con brillantez en español y alemán en la Universidad de León, obteniendo el título de Doctor con mención europea (en el tribunal de tesis, aparte de importantes penalistas españoles, estuvieron dos prestigiosísimos especialistas extranjeros, uno alemán –distinto de su tutor en Alemania- y otro portugués) y el premio extraordinario de Doctorado. En Alemania, llegó a ser contratada como Ayudante. Lógicamente, quería volver a su país y, a ser posible, a su ciudad y a su universidad de origen. Ante las dificultades para ello, ha estado trabajando en profesiones jurídicas interesantes (y en alguna no jurídica, aunque de carácter docente), pero que no le han permitido desarrollar todo su potencial investigador en Derecho penal (aunque hay publicaciones y ponencias que dan testimonio de su gran valía). Incluso, gracias a la generosidad de un querido colega, muy prestigioso, y con el fin de mantener la vinculación universitaria, estuvo trabajando un tiempo como Profesora asociada en una Universidad española a casi 700 kilómetros de León, trabajando para poder subsistir en un juzgado a más de 100 kilómetros de la universidad en que enseñaba, de la que volvió a León por las expectativas (basadas en promesas y alientos de quien podía hacer algo al respecto) de poder integrarse de nuevo en la Universidad de León. Obtuvo hace tiempo las acreditaciones de la agencia autonómica de Castilla y León y de la ANECA para todas las figuras de profesorado contratado.
Hace poco acaba de frustarse la última esperanza de incorporación (ni siquiera al máximo nivel de contratado, sino en una categoría inferior) a esta Universidad de León. Las apelaciones a los logros de su modesta (por pequeña) área de Derecho penal, los llamamientos a no desperdiciar un talento contrastado y la evidencia de lo equivocado que resulta entender como ahorro una pérdida de inversión segura no han servido para nada. No hay más que el ahorro a corto plazo y la carga docente (la investigadora en mi universidad no cuenta en absoluto). Se lo comenté hace días a algunos queridos y prestigiosos colegas que conocen a mi discípula y su trayectoria y no daban crédito.
Con lo anterior no quiero decir en absoluto que todo sea mejor en la universidad colombiana o en cualquier otra que en la española, ni que todas las universidades españolas actúen en esto como la mía (aunque presumo que, en mayor o menor grado, unas cuantas sí); ni siquiera deseo afirmar que todo es negativo en mi universidad. Sólo planteo el contraste con casos reales y que cada cual extraiga sus consecuencias.
Pero, por favor, que no nos mareen más con las exigencias de movilidad y excelencia, por favor. Y que alguien reflexione sobre la deriva de nuestra universidad (en general y de la mía, envejecida, en particular).
Ella y yo deseamos que no tenga que volver a su país de momento y pueda concluir su tesis en España. Para ello, hemos abierto diversas posibilidades, pero que no se resolverán hasta dentro de unos meses. Entre tanto la Universidad en que se licenció y especializó le ha ofrecido una beca para continuar con su tesis en León, con la condición de que deberá, a su vuelta, permanecer vinculada a esa universidad tanto tiempo como ésta le haya financiado su estancia de investigación en España. A eso, creo yo, se le llama invertir en talento y aprovechar sanamente esa inversión.
¿Qué universidad es ésa tan generosa y, a la vez, tan cuidadosa de sus talentos e inteligente para aprovecharlos? ¿Tal vez una prestigiosa universidad de la vieja Europa? ¿Acaso una potente universidad norteamericana? ¿Será una emergente y rica universidad asiática? Pues no: se trata de una universidad colombiana, privada, no muy antigua, pero que está realizando un esfuerzo considerable, al menos en el área de Derecho penal, para tener a los mejores y ayudarles a trabajar, exigiéndoles, eso sí, esfuerzo y resultados. Y lo está consiguiendo, desde luego. Aunque aquí esto es lo de menos, se trata de la Universidad EAFIT, de Medellín, y la beca que consiguió mi discípula para sus primeros dos años y medio fue una beca Alßan, lo que también dice de su valía.
Tengo otra brillante discípula que estudió su licenciatura en Derecho en la Universidad de León, se vinculó a su área de Derecho penal a través de una beca de investigación de la Junta de Castilla y León para elaborar su tesis doctoral bajo mi dirección (lo que hizo, integrándose del todo y realizando a plena satisfacción las labores de diversa índole propias de la universidad) y, al acabar esta beca sin haber concluido la tesis, consiguió otra beca de una institución financiera, muy competitiva, para concluir la elaboración se su tesis en una universidad alemana, bajo la tutela de un prestigioso Catedrático de Derecho penal de ese país. Elaboró una tesis excelente sobre un difícil tema de la parte general del Derecho penal, la defendió con brillantez en español y alemán en la Universidad de León, obteniendo el título de Doctor con mención europea (en el tribunal de tesis, aparte de importantes penalistas españoles, estuvieron dos prestigiosísimos especialistas extranjeros, uno alemán –distinto de su tutor en Alemania- y otro portugués) y el premio extraordinario de Doctorado. En Alemania, llegó a ser contratada como Ayudante. Lógicamente, quería volver a su país y, a ser posible, a su ciudad y a su universidad de origen. Ante las dificultades para ello, ha estado trabajando en profesiones jurídicas interesantes (y en alguna no jurídica, aunque de carácter docente), pero que no le han permitido desarrollar todo su potencial investigador en Derecho penal (aunque hay publicaciones y ponencias que dan testimonio de su gran valía). Incluso, gracias a la generosidad de un querido colega, muy prestigioso, y con el fin de mantener la vinculación universitaria, estuvo trabajando un tiempo como Profesora asociada en una Universidad española a casi 700 kilómetros de León, trabajando para poder subsistir en un juzgado a más de 100 kilómetros de la universidad en que enseñaba, de la que volvió a León por las expectativas (basadas en promesas y alientos de quien podía hacer algo al respecto) de poder integrarse de nuevo en la Universidad de León. Obtuvo hace tiempo las acreditaciones de la agencia autonómica de Castilla y León y de la ANECA para todas las figuras de profesorado contratado.
Hace poco acaba de frustarse la última esperanza de incorporación (ni siquiera al máximo nivel de contratado, sino en una categoría inferior) a esta Universidad de León. Las apelaciones a los logros de su modesta (por pequeña) área de Derecho penal, los llamamientos a no desperdiciar un talento contrastado y la evidencia de lo equivocado que resulta entender como ahorro una pérdida de inversión segura no han servido para nada. No hay más que el ahorro a corto plazo y la carga docente (la investigadora en mi universidad no cuenta en absoluto). Se lo comenté hace días a algunos queridos y prestigiosos colegas que conocen a mi discípula y su trayectoria y no daban crédito.
Con lo anterior no quiero decir en absoluto que todo sea mejor en la universidad colombiana o en cualquier otra que en la española, ni que todas las universidades españolas actúen en esto como la mía (aunque presumo que, en mayor o menor grado, unas cuantas sí); ni siquiera deseo afirmar que todo es negativo en mi universidad. Sólo planteo el contraste con casos reales y que cada cual extraiga sus consecuencias.
Pero, por favor, que no nos mareen más con las exigencias de movilidad y excelencia, por favor. Y que alguien reflexione sobre la deriva de nuestra universidad (en general y de la mía, envejecida, en particular).
*Miguel Díaz y García Conlledo es Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de León.
Ay, ay, ay, o bien, bien, bien... en algunas repúblicas hermanas en América, parece que las cosas van bien: empieza a haber recursos y cultura de Universidad con actividad investigadora en nuestras disciplinas, que requiere un porcentaje de permanentes. Aquí la estamos (están) disolviendo, amortizando. Miremos a Berlusconistán, pensemos lo que fue para nosotros y lo que es. Vente pa'Alemania, Pepe, o busca en Bogotá...
ResponderEliminarPrimero, todo el ánimo y ayuda para las compañeras. En serio.
ResponderEliminarSegundo: quizá estas amigas se alegren al saber que en otras universidades candidatos mucho menos preparados que ellas alcanzan sin problema los puestos a los que ellas aspiran... ¡e incluso puestos muy superiores! Eso seguro que les proporcionará esperanzas, pues si aquellos pudieron, ¿cómo no van a poder ellas?
Oh wait...
por desgracia esto no solo pasa en la Universidad de León , también en la UNED tenemos gente muy preparada, acreditada para contratado doctor, que trabaja mas horas que nadie y a la que el rectorado se niega a sacar la plaza que merece (deben pensar que pudiendo pagarle 300 euros al mes como asociado para que van a dignificar su puesto)
ResponderEliminarVamos maestro, no se desanime así
ResponderEliminarpiense que esta haciendo de su actual discipula una gran profesional a la que da gusto escuchar y que ademas es un encanto, ¡aunque eso igual ya no es mérito suyo! jajaja