Contesto a los comentarios que tan amablemente me han hecho Adolfo y Miguel. Creo que debemos distinguir tres problemas distintos que a veces mezclamos. El primero es la endogamia de la Universidad española, el segundo es la escasez de plazas y el tercero es el sistema adecuado para acceder a la cátedra.
La endogamia es un problema realmente serio que creo que difícilmente se podrá erradicar y que no depende, desde mi punto de vista, del sistema actual de acreditaciones. Me explico. Adolfo, en su último escrito apela por exigir como requisito b) “una adscripción posterior a las universidades con penalización (=desaparición de la plaza concedida) si la universidad se niega una segunda vez a coger a un solicitante ya habilitado”. Si sustituimos la palabra habilitado por la de acreditado el efecto sería el mismo y sería una forma de acabar con parte de la endogamia. Yo no creo que la razón por la que las Universidades se negarían a esta medida sería un excesivo localismo, sino fundamentalmente por un tema presupuestario. Es decir, si una Universidad tiene un profesor Titular, no querrá que venga un habilitado o acreditado catedrático de fuera, simple y llanamente porque eso supone doblar el número de cuerpos docentes y el presupuesto. Por eso, cierran las comisiones de forma que aseguren que el candidato local es el que va a acceder a la plaza. Es un problema difícil de resolver, pero que no creo que tenga tanto que ver con el sistema previo de acceso a la Cátedra.
El segundo problema es la escasez de plazas en nuestras universidades. Problema al que alega Luis en su comentario y con el que también estoy de acuerdo, pero que tampoco creo que tenga que ver con el sistema de acceso. Por ejemplo, en mi Universidad hace diez años la escasez de plazas era terrorífica, la política del rectorado era la de no sacar plazas más que de asociado que cubrieran la docencia. Ahora, sin embargo, la política es la contraria es la de fomentar profesorado permanente. No tiene nada que ver el sistema por el que alguien ha llegado a la condición de Titular o de Catedrático. Si me apuras, un sistema de habilitación o de acreditación previos sirve para presionar a la Universidad y que saque la plaza. Es decir, yo me pregunto si el caso que comenta Luis sobre su compañera acreditada a la que no sacan la plaza, cambiaría si no hubiera sistema de acreditaciones. Creo que ese vuelve a ser un problema presupuestario, pero sobre todo de la conciencia UNIVERSITARIA (con mayúsculas) que tenga en cada momento el equipo rectoral. Esto se lo debemos a la “extraordinaria” Autonomía Universitaria.
El tercer problema es el relativo a cómo debe ser el sistema de acceso a la Cátedra. Creo que si bien es positivo el sistema de siete miembros sorteados que propone Adolfo, antes debe haber un filtro. Sigo opinando que dejar el sistema únicamente en manos de un tribunal es arriesgado. Me vienen a la mente personas con un importante currículo (probablemente no premios Nóbel, pero sí magníficos investigadores) que sacaron cero votos en sucesivas habilitaciones únicamente por no tener “amigos o padrino” en el Tribunal. Estas personas han sido acreditados todas y en estos casos no fallaron las acreditaciones, sino las habilitaciones.
Quizás podríamos apostar por un sistema mixto de una razonable acreditación, como señala Jacobo, que fuera valorada por expertos de la materia y después un sistema de oposición en el que, desde luego, hubiera prueba oral. Ponernos de acuerdo en qué es una razonable acreditación sería lo más difícil. En todo caso conviene recordar que son pruebas de acceso, es decir que no se tiene que valorar lo que uno ha hecho después de, por ejemplo, 20 años de catedrático, sino de lo que se necesita para acceder. Eso, salvo que sea preferible que sólo se acceda a la Cátedra al final de la vida académica, cuando uno ha demostrado todo lo que ha sido capaz de hacer.
Me parecen muy bien los otros tres requisitos que propone Adolfo, aunque la exigencia de que todo doctor haya estado al menos dos años fuera de su Universidad debe venir precedida de un sistema que permita de verdad la movilidad del profesorado (Becas, Contratos de investigación, flexibilidad en la docencia, etc.)
Quiero terminar parándome en el punto relativo a los “cupos políticamente correctos” sólo para señalar que, desde luego, en Derecho Penal, disciplina a la que yo pertenezco hay poquísimas catedráticas con cuatro sexenios. Podemos plantearnos la razón o simplemente pensar que somos más torpes, igual sí. En fin esa es otra discusión en la que ahora no parece procedente entrar. Ahora me voy, porque ya me han llamado tres veces mis hijos al móvil para preguntarme cuándo voy a recogerles, porque los tengo “prestados” con una amiga en el parque.
Inés
La endogamia es un problema realmente serio que creo que difícilmente se podrá erradicar y que no depende, desde mi punto de vista, del sistema actual de acreditaciones. Me explico. Adolfo, en su último escrito apela por exigir como requisito b) “una adscripción posterior a las universidades con penalización (=desaparición de la plaza concedida) si la universidad se niega una segunda vez a coger a un solicitante ya habilitado”. Si sustituimos la palabra habilitado por la de acreditado el efecto sería el mismo y sería una forma de acabar con parte de la endogamia. Yo no creo que la razón por la que las Universidades se negarían a esta medida sería un excesivo localismo, sino fundamentalmente por un tema presupuestario. Es decir, si una Universidad tiene un profesor Titular, no querrá que venga un habilitado o acreditado catedrático de fuera, simple y llanamente porque eso supone doblar el número de cuerpos docentes y el presupuesto. Por eso, cierran las comisiones de forma que aseguren que el candidato local es el que va a acceder a la plaza. Es un problema difícil de resolver, pero que no creo que tenga tanto que ver con el sistema previo de acceso a la Cátedra.
El segundo problema es la escasez de plazas en nuestras universidades. Problema al que alega Luis en su comentario y con el que también estoy de acuerdo, pero que tampoco creo que tenga que ver con el sistema de acceso. Por ejemplo, en mi Universidad hace diez años la escasez de plazas era terrorífica, la política del rectorado era la de no sacar plazas más que de asociado que cubrieran la docencia. Ahora, sin embargo, la política es la contraria es la de fomentar profesorado permanente. No tiene nada que ver el sistema por el que alguien ha llegado a la condición de Titular o de Catedrático. Si me apuras, un sistema de habilitación o de acreditación previos sirve para presionar a la Universidad y que saque la plaza. Es decir, yo me pregunto si el caso que comenta Luis sobre su compañera acreditada a la que no sacan la plaza, cambiaría si no hubiera sistema de acreditaciones. Creo que ese vuelve a ser un problema presupuestario, pero sobre todo de la conciencia UNIVERSITARIA (con mayúsculas) que tenga en cada momento el equipo rectoral. Esto se lo debemos a la “extraordinaria” Autonomía Universitaria.
El tercer problema es el relativo a cómo debe ser el sistema de acceso a la Cátedra. Creo que si bien es positivo el sistema de siete miembros sorteados que propone Adolfo, antes debe haber un filtro. Sigo opinando que dejar el sistema únicamente en manos de un tribunal es arriesgado. Me vienen a la mente personas con un importante currículo (probablemente no premios Nóbel, pero sí magníficos investigadores) que sacaron cero votos en sucesivas habilitaciones únicamente por no tener “amigos o padrino” en el Tribunal. Estas personas han sido acreditados todas y en estos casos no fallaron las acreditaciones, sino las habilitaciones.
Quizás podríamos apostar por un sistema mixto de una razonable acreditación, como señala Jacobo, que fuera valorada por expertos de la materia y después un sistema de oposición en el que, desde luego, hubiera prueba oral. Ponernos de acuerdo en qué es una razonable acreditación sería lo más difícil. En todo caso conviene recordar que son pruebas de acceso, es decir que no se tiene que valorar lo que uno ha hecho después de, por ejemplo, 20 años de catedrático, sino de lo que se necesita para acceder. Eso, salvo que sea preferible que sólo se acceda a la Cátedra al final de la vida académica, cuando uno ha demostrado todo lo que ha sido capaz de hacer.
Me parecen muy bien los otros tres requisitos que propone Adolfo, aunque la exigencia de que todo doctor haya estado al menos dos años fuera de su Universidad debe venir precedida de un sistema que permita de verdad la movilidad del profesorado (Becas, Contratos de investigación, flexibilidad en la docencia, etc.)
Quiero terminar parándome en el punto relativo a los “cupos políticamente correctos” sólo para señalar que, desde luego, en Derecho Penal, disciplina a la que yo pertenezco hay poquísimas catedráticas con cuatro sexenios. Podemos plantearnos la razón o simplemente pensar que somos más torpes, igual sí. En fin esa es otra discusión en la que ahora no parece procedente entrar. Ahora me voy, porque ya me han llamado tres veces mis hijos al móvil para preguntarme cuándo voy a recogerles, porque los tengo “prestados” con una amiga en el parque.
Inés
*Inés Olaizola es profesora titular (acreditada para catedrática) de la Universidafd Pública de Navarra
En relación a la endogamia, uno de los aspectos que considero más reprobable es que, no pocos de los que se creen beneficiados por ella, asumen que están en deuda con el sistema y con quienes, según ellos, "les dieron la plaza" y, olvidándose de su propia valía, que en la mayor parte de los casos, existe, obedecen ciegamente las indicaciones, sugerencias -o no tanto-, y dejando de lado la condición de funcionario que les obliga a velar por el cumplimiento de la Ley, consienten cosas que rozan la ilegalidad, si es que no la transgreden. SE consienten así, retorcidas interpretaciones de la normativa; cuando no, que se retire la palabra a quien desea ejercer su derecho a intervenir en reuniones, incluso en las de órganos colegiados, etc.
ResponderEliminarGracias Inés por ese reconocimiento a la maternidad, que por supuesto no se barema de ninguna manera.
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