FANECA

domingo, 16 de mayo de 2010

Hablar por hablar. Por Juan Antonio García Amado

En un primer borrador de este breve escrito, hace una semana, sugería que se leyera poniendo de fondo música de sirtaki. A día de hoy, vale también un pasodoble. Por ejemplo, España cañí. O Lola Puñales, que cuenta aquello de

Porque aquel hombre moreno
se llevó para toda la vida
la rosa de sus rosales.

Mucho te quiero y me muero mujer
mucho te juro por Dios
y si te vi no me acuerdo después
de que mi brazo cayó.

Al grano. El otro día me contaron un caso que no sé si será cierto, pero pongamos que sí para que nos dé pie a unas preguntas con miga. Me aseguraron que existen en España universidades en las que se consulta a los profesores qué títulos quieren y cuáles no, que si les apetece tal máster o más bien les da pereza, que si les gustaría convertir en grado nuevo alguno de los títulos que tienen o si les tienta más suprimirlo, que si les va bien ocuparse del doctorado o no están para esos trotes académicos. Y que ellos por lo común responden que uf, que menudo cansancio y que dejémoslo estar y otra vez será. Total, que, hoy por ti mañana por mí, casi siempre se inclinan por no deslomarse.
Opinaba mi interlocutor que eso pasa por preguntar y que la universidad es un sitio único, pues a los conductores de autobús, pongamos por caso, su empresa no anda interrogándolos sobre si desean una nueva línea o prefieren leer el periódico más rato. Ignoro qué universidad rara será esa que somete a tales albures la organización de sus títulos.
Pero no acababa ahí la perplejidad de mi contertulio, pues me aseguró también que algunos profesores que no suelen agotarse con la docencia ni están precisamente cargados de méritos investigadores, andan oponiéndose a que con los grados boloñeses se les dupliquen los grupos y les aumenten las horas de clase. A mí me cuesta creerlo, pero ponía el ejemplo de un área de aquella curiosa universidad en la que ocurría esto: eran dos profesores funcionarios y sólo impartían una asignatura de siete créditos, nada más ni en otras titulaciones ni en doctorado ni nada de nada. Así que si dividimos setenta horas entre dos, sale treinta y cinco. Esas eran las horas de trabajo docente propiamente dicho de cada uno los dos sacrificados profesionales. Las horas de docencia por año. Y, al parecer, andan furiosos porque no sé quién ha insinuado que con un grupo más su labor de enseñanza se multiplicaría por dos y a cada cual le caerían setenta horas por curso.
Bah, seguro que esas cosas no pasan. Pero imaginemos, como mera hipótesis, que sí. Y ahí es donde me atrevo a dirigir unas preguntitas de nada a los amigos de esta FANECA, para que lo tengamos pensado si alguna vez se da el caso en verdad. Son éstas:
(i) ¿Debería cundir ese ejemplo?
(ii) ¿Debería alguna autoridad académica o política tomar cartas en el asunto y obligar a los zánganos a trabajar más?
(iii) ¿Deberían buscarse soluciones legales para poner de patitas en la calle a más de cuatro profesores universitarios, por muy funcionarios que sean?
(iv) ¿Serían preferibles soluciones puramente fácticas?
(v) ¿Conviene comentar públicamente este tipo de casos, si alguna vez se dan -quedamos en que aquí sólo estamos hablando de rumores e hipótesis de trabajo- o vale más que la sociedad no se entere, no vaya a venir un día la sociedad esa con la lata de gasolina y la cerilla y tengamos todos una desgracia?
(vi) ¿Será justo que a todos los funcionarios del mismo nivel o categoría se les recorte el sueldo por igual o podríamos ahorrar más y con mayor justicia seleccionando un poquito?
(vii) Si uno criticara a colegas así o comentara el asunto en un blog, ¿sería un pésimo compañero por no respetar la omertà o merecería loas y financiación colectiva de su gasto en guardaespaldas?
No sé, son ocurrencias que se le vienen a uno en estos tiempos de crisis. Meras especulaciones, ya que es época de especuladores. Por hablar de algo. Ustedes disculpen.

8 comentarios:

  1. Esos casos se dan. El problema es que no ha habido una selección real del profesorado. Como me dijo el director de mi antiguo departamento "El que más aguanta es el que se queda", es decir no importan tus méritos, tus publicaciones o la calidad de tu docencia, basta con pelotear a los que deciden cuando sacar una plaza.
    Pero no hay nadie que tenga el valor de parar este sistema, en fin una pena.

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  2. Esas situaciones se dan, efectivametne. Y la situación de profesores que ésas son las únicas horas al año que van a su centro de trabajo también.

    Cuando le digo a la gente que hay profesores universitarios que pueden estar un cuatrimestre entero sin ir a su centro y se quedan en casa (haciendo no se sabe que) no se lo creen.

    Y como bien decís, cualquier tarea que en cualquier otro trabajo del mundo se consideraría parte rutinaria del trabajo (actualizar contenidos, proponer nuevas actividades, herramientas, prácticas...) aquí se considera una tortura.

    Al final no se acaba haciendo nada o bien teniendo que pagar complementos docentes como se hizo, por ejemplo, en mi universidad, por utilizar una plataforma on-line.

    Y, si te descuidas, se saca una beca de colaboración para que un alumno pase las actas de papel al programa on-line, porque al profesor no le apetece / no le da la gana de aprender.

    El sistema se va a caer por su propio peso. Es de cajón.

    Estas cosas deberían airearse un poco más. El sistema es una VERGÜENZA.

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  3. Efectivamente, es sorprendente ésto de la ausencia de control de las clases que imparte el profesorado universitario, aunque alguna universidad conozco en la que no es así. Remitiéndonos a la nuestra, y a algo que muchos pueden recordar, esto es, el "parte de clase" que introdujo el anterior rector, continúo sin saber por qué fue derogado por el actual al poco tiempo de tomar posesión del cargo. Y lo he preguntado, siendo remitido al correspondiente acuerdo de Consejo de Gobierno, en el que no se da ninguna motivación. Es cierto que el anterior rector dio pruebas sobradas -precisamente, en la Facultad de Derecho- de ausencia de rigor y seriedad al abordar el cumplimiento de las obligaciones docentes, precisamente de los de la Facultad de Derecho (Consultar en la hemeroteca de la web "unileon", el periódico "La Crónica de León" del 24 de enero de 2002 y el inefable encabezamiento: "Los profesores de Derecho son los que menos horas lectivas dan a la semana"), pero el "parte de clase" es el control más lógico de la carga docente, por lo que su supresión, en opinión del firmante, ha sido una de las medidas más desafortunadas del actual rector, además de injustificada. Y es que detrás del control de las horas de clase están las plazas docentes que se solicitan, por lo que hasta un contencioso hay en el que puede leerse cómo se hicieron las cosas en uno de los departamentos de esta universidad. Y ésta NO es otra historia, sino la misma historia de siempre, en la que la docencia se utiliza como arma arrojadiza.

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