FANECA

domingo, 23 de mayo de 2010

Sépanlo Vdes. O de cómo llegar a Catedrático sin gastar saliva. Por Miguel Díaz y García Conlledo

Mi comentario de hoy va especialmente dirigido a los amigos no universitarios que visitan esta FANECA, que sabemos que los hay. Conviene que sepan cómo son algunas cosas en la universidad española, ya que la pagan. Los de dentro ya lo sabemos, pero nos callamos bastante.
Pensarán Vdes. que un profesor universitario, sobre todo si es del máximo nivel, un Catedrático de Universidad, será un sujeto con capacidades verbales, que sepa exponer, debatir, argumentar de palabra. Y hacen muy bien en pensarlo, pues es de cajón que así debería ser.
En muchos casos lo es; en otros bastante menos, pues abunda también el profesor universitario que no es capaz de salirse de un esquemilla o un texto completo escrito y cuya capacidad de exposición, debate, crítica o argumentación brilla por su ausencia. Lo que uno se pregunta entonces es cómo y por qué habrán llegado a ser profesores universitarios (la verdad es que la pregunta es a menudo retórica, pues casi siempre lo sabemos).
Pero no es eso lo más grave ni de eso quiero hablar hoy. Lo peor del asunto es que esa presunción de Vdes., que parece lógica, ha pasado ya a ser infundada, pues no posee ninguna clase de fundamentación normativa.
Me explico: en los sistemas anteriores de acceso a las más altas plazas de profesorado universitario, las de cuerpos docentes, que tenían muchos defectos, sin duda, ocupaba un puesto central la oralidad. Los candidatos a ocupar, pongamos por caso, una plaza de Catedrático, tenían que exponer diversos ejercicios ante una Comisión de especialistas y debatir con ella. Podían así desde hacer el ridículo hasta defender con brillantez su currículum o tal o cual trabajo de investigación o demostrar sus cualidades de transmisión de conocimientos, sus habilidades docentes. Parece lógico.
Pues bien, eso se ha acabado. En el nuevo sistema de acreditación nacional para cuerpos docentes universitarios los candidatos envían su currículum (a través de una aplicación informática de cierta complejidad) y éste es valorado por una Comisión (por cierto, no mayoritariamente de expertos en la materia del candidato), con unos parámetros se supone que prefijados y objetivos (de esto habría mucho que hablar, pero hoy no toca) y con la ayuda del informe no vinculante de dos expertos (anónimos para el candidato y que tampoco tienen que ser exactamente de su disciplina, sino de ésta o una afín). La Comisión valora y decide si se acredita al candidato (si no, caben recursos, claro). Acreditado el sujeto, pongamos como Catedrático, ya se supone que ha demostrado todos sus méritos para alcanzar la máxima categoría del profesorado universitario. Y todo ello sin abrir la boca. El sistema de acreditación, lleno en mi opinión de defectos, es un manual de cómo llegar a Profesor Titular o Catedrático sin gastar saliva. Como lo oyen.
Se me dirá que, interesadamente, me como un paso. Y es verdad, aunque no lo haga interesadamente, pues paso a exponerlo. El acreditado no ocupa todavía una plaza de, siguiendo con el ejemplo, Catedrático. Para ello, cuando una universidad convoque una plaza, ya sí tendrá que presentarse, si desea optar a ella, a un concurso público en el que tiene que hablar y debatir con la correspondiente Comisión. Aun así, parece un poco tarde para empezar a hablar; ya se le ha considerado antes cualificado para ser Catedrático sin oírle ni dejarle abrir el pico. Pero es que además, amigos, el concurso de acceso a la concreta plaza va a ser un paripé: se va a convocar (si el candidato tiene suerte) por la Universidad de turno precisamente para que acceda su acreditado y, como señala la normativa al respecto, será la propia Universidad la que establezca (cumpliendo unos mínimos) la composición y el método de nombramiento de la Comisión y el procedimiento del concurso. Y ¿qué hacen las universidades? Pues establecer procedimientos de nombramiento que garanticen que la Comisión sea la que interesa a la Universidad y al candidato, nombrará a todos sus miembros o a una mayoría (lavándose la cara, todo lo más, al poner algún miembro –siempre minoría, claro- por sorteo, normalmente restringido entre una lista que propone en definitiva el propio candidato). En esas condiciones, ¿creen Vdes. que la Comisión va a hacer hablar mucho al candidato y debatir con él?
En fin, siento haberles despertado de su inocencia, si lo he hecho, pero así son las cosas. De verdad que no he inventado ni exagerado nada.

6 comentarios:

  1. Menuda novedad... Los doctorandos eligen a gente de su mismo grupo de investigación y otros conocidos para tribunal de su tesis, y a todos les ponen cum laude.

    La universidad es una mafia apestosa.

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  2. ¿Y cómo se "hacía" hasta ahora un Catedrático?, me pregunto. Porque la gran mayoría de Catedráticos de Universidad en la actualidad provienen del magnífico sistema de la LRU. Pues habrá que explicárselo a los que no pertenecen a la Universidad, que parecen ser los destinatarios de tan brillante y esclarecedora colaboración.
    Pues la cosa era muy fácil: el Profesor Titular que quería subir a Catedrático en una universidad concreta procuraba que esa universidad convocara la plaza y pusiera a dos de los cinco miembros del tribunal de su cuerda; es decir, que lo votaran ciegamente. Luego venía el sorteo y normalmente caía el tercer (o, incluso, el cuarto o quinto) miembro "amigo" (a veces en el colmo de la desgracia, lo que sucedía muy de tarde en tarde, los tres miembros sorteados eran "enemigos" (entiéndase "enemigo" como persona objetiva que no vendía su voto), con lo que se ponían las cosas mal, pero no imposibles, porque en la universidad siempre hay recursos para todo: promesas de futuro -yo ahora voto a tu candidato para que más tarde tu apoyes al mío-, cambalaches, amenazas, pactos, etc. A partir de aquí todo estaba hecho, pues el aspirante podía ser un auténtico analfabeto, sin apenas saber leer y escribir, ahora, eso sí, para dejar tranquilo al personal, hablaba y hablaba durante los dos ejercicios -no hacía falta más, no hablaba ni bien ni mal, más bien mal, pero hablaba-, lo que decía podía ser una auténtica chorrada y una indecencia intelectual pero hablaba, lo que parece que dejaba muy tranquilos a los Catedráticos que estaban en esos tribunales y que con su actitud, en algunos casos prevaricadora, propiciaron que la universidad cuente con Catedráticos auténticamente descerebrados, pero que habían conseguido el puesto hablando.
    Y así se hacía a esos brillantes Catedráticos, a esos auténticos crisóstomos, picos de oro. Lo que decían no importaba y lo que dicen ahora tampoco importa, porque como llegaron a Catedráticos hablando durante dos ejercicios y con la complicidad de Catedráticos-palmeros, pues todos debemos perdonárselo.
    Probablemente, estos Catedráticos parlanchines -y muchas veces también los Catedráticos miembros de esos tribunales de cátedras- probablemente en la actualidad no obtendrían jamás la acreditación de catedráticos por una auténtica falta de los más elementales méritos, por hablar tanto pero ser incapaces de decir nada inteligente. Ah! pero, me olvidada, hicieron los ejercicios hablados.
    Ahora los que no pertenecen al mundo de la universidad y lean esta líneas (que no creo que sean muchos, salvo algunos sufrido alumnos) se quedarán más tranquilos. Han llegado a saber cómo aquel pelma soberbio y dictadorzuelo que apenas sabe explicar el temario y que únicamente se le conocen con suerte un par de comentarios de jurisprudencia como únicas aportaciones a la doctrina jurídica, llegó a Catedrático: porque habló durante dos ejercicios y contó con la ayudad inestimable cinco Catedráticos, que a su vez, ganaron su cátedra de igual modo y creyendo que si hacían catedrático a un imbécil, este siempre les iba a estar agradecido y, de paso, también les "colocaría" su Manual. Nada más erróneo, porque un imbécil es siempre un imbécil (y un desagradecido).
    Entonces, ¿por qué se quejan tanto del sistema actual?, preguntará un conspicuo lector ajeno a la Universidad. Pues es muy sencillo, querido lector: porque ahora esos Catedráticos, que hasta ahora tenían en sus manos el poder omnímodo para hacer y deshacer a otros catedráticos, vendiendo favores y exigiendo agradecimientos, resulta que apenas tienen voz y voto en el entierro. Los nuevos catedráticos se hacen sin su permiso y, normalmente, a pesar suyo. ¿Entiendes, lector, porque les gusta tan poco el sistema?

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  3. Miguel Díaz y García Conlledo30 de mayo de 2010, 20:00

    Tiene Vd. mucha razón, amigo o amiga Anónimo. Por eso decía: "en los sistemas anteriores de acceso a las más altas plazas de profesorado universitario, las de cuerpos docentes, que tenían muchos defectos, sin duda, ocupaba un puesto central la oralidad". Tenían muchos defectos, sin duda. Y muchos son los que Vd. refleja (en los concursos de la LRU, no en las habilitaciones, que, me anticipo, también tenían defectos). Y, desde luego, una publicidad, en la mayoría de los casos, sólo aparente. Pero, hombre (o mujer), que aquello fuera un desastre no quiere decir que esto sea bueno. Y lo cierto es que ahora se puede llegar a todo sin hablar nada. También es verdad que tal vez eso fuera un mal menor si, como Vd. da a entender en su comentario, el sistema actual garantizara que llegan sólo los que lo merecen, pero me temo que tampoco (y conste que en mi área la cosa no ha ido demasiado mal). Antes y ahora llega malo, regular y bueno ... con independencia del sistema, lo que significa que éste no es bueno ni garantiza nada. Y, por si quedara duda sobre intereses y cuestiones personales: los catedráticos de Derecho penal se hacen, como dice Vd., desde luego, sin mi permiso ... y antes también, nunca me lo pidieron ni mandé tanto (no he disfrutado jamás del "poder omnímodo"), y yo no fui catedrático en la universidad en que era titular. Y mi única discípula (casi) catedrática ha sido acreditada este año, no con sistemas anteriores. ¿Por qué existe la tendencia a imputar a quien critica lo de ahora una querencia o añoranza de lo anterior? El sistema de la LRU (con el que fui profesor titular y catedrático) me parece lamentable, pero éste también y, en concreto, la falta de exigencia/posibilidad de hablar, una barbaridad. Afectuosamente. Miguel Díaz.

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  4. Pues yo estoy con el comentario 2. Al menos ahora hay un sistema que limita quien se puede presentar a una plaza. El problema es el acceso luego a la Universidad, en algunas como en la de Alcala de Henares, se mantiene el sistema de exposicion de CV, proyecto investigador y docente y temario con bolitas, pero en otras como la UCM, solo tienes que defender un tema, que ni siquiera tiene que estar relacionado con la asignatura. El ministerio deberia regular tambien aqui el acceso, si quiere tener una universidad de excelencia como pretende.

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  5. El segundo comentario se merece ser impreso y enmarcado. Los que estamos desde hace años en la Universidad, y no hemos comulgado con los trapicheos que se han venido haciendo en ella, estamos de acuerdo con esas afirmaciones, y sabemos que son todas ellas correctas. El sistema actual no será el mejor posible, pero es infinitamente mejor que los anteriores. El sistema de habilitación era un cachondeo también. Yo he visto habilitar a candidatos con menos méritos que otros, y además los que estaban en el tribunal habían alcanzado su plaza de catedrático con menos méritos de los que presentaban varios de los candidatos, a lo que curiosamente no habilitaban y, además, intentaban dejar en ridículo.
    El problema de todo esto es que no se les puede dar tanto poder a ciertas personas. Por lo menos ahora el sistema es más aspético. Y por no hablar, ¿qué pasa?. ¿No hace falta haber dado clases?. Se supone que los alumnos ya nos han evaluado.

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  6. Yo también estoy de acuerdo con el segundo comentario, porque se nos ha olvidado decir que con el sistema LRU era muy probable que tras finalizar y defender la tesis doctoral, y sin más mérito que ése se sacará la plaza a concurso para ser T.U, que casi siempre se obtenía de acuerdo al sistema descrito en ese segundo comentario. Y ello por no hablar de aquéllos que no tuvieron siquiera que presentarse a ningún concurso y que obtuvieron su titularidad por la vía de la idoneidad, y que hoy día son catedráticos que exigen para obtener la acreditación a titular el que se haya dirigido tesis doctorales.

    Estoy de acuerdo con que un profesor universitario debe saber expresarse por escrito y de manera oral; pero estos requisitos nunca -ni antes ni con el sistema actual- han sido fundamentales a la hora de seleccionar a los candidatos.. porque antes como ahora, lo que importa son los votos, los amiguismos y las cuadrillas.

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