El pasado día 2 El Mundo publicaba esta tribuna de Araceli Mangas Martín (catedrática de Derecho Internacional Público en la Universidad de Salamanca) que, por su interés, nos permitimos reproducir aquí, además de enlazarla.
Dispendio universitario en proyectos fantasma. Por Araceli Mangas Martín.
EL INTERÉS por la situación de la investigación científica viene ocupando algo más de lo habitual a los medios de comunicación en la medida en que la innovación, el conocimiento y la competitividad puedan contribuir a alcanzar la llamada «nueva economía» que nos alejará de la crisis económica y financiera.
Como a otros muchos profesores de universidad y desde hace muchos años, la agencia estatal (ANEP) y agencias autonómicas me encargan evaluar proyectos de investigación que presentan grupos aleatorios de profesores (ni tan siquiera grupos de investigación consolidados) para optar en los ámbitos del Derecho, a veces de las Ciencias Sociales y de las Humanidades, a una financiación con dinero público. También he formado parte, en el pasado, en varias ocasiones del comité ministerial que finalmente selecciona los proyectos y el reparto del dinero para cada proyecto. En todos mis informes e intervenciones he expuesto ya estas preocupaciones.
En pocas ocasiones (¿un 10 o 15%?), tras hacer la evaluación, me he encontrado con verdaderas propuestas de investigación. La mayoría de las solicitudes son temas muy trillados, con decenas de monografías o artículos ya publicados en España (y por ende, con centenares de trabajos en nuestro entorno europeo o internacional). Son asuntos, con demasiada frecuencia, muy generales y, por tanto, sin posibilidad alguna de añadir conocimiento.
Sin precisar el concreto objeto de investigación, piden decenas o centenares de miles de euros para viajar por un sinnúmero de países, por ejemplo, para encontrar las normas, sentencias y otros documentos que están a un golpe de ratón en el ordenador que le paga el Estado, incluida la conexión a Internet, en su despacho o que se encuentran en nuestras bibliotecas (en general, muy bien dotadas en la democracia…). Y tales proyectos obtienen financiación pública porque la inmensa mayoría de los expertos que hacen los informes actúan como en una sociedad de socorros mutuos, hoy por ti, mañana por mí.
En los casos más honrados, las solicitudes de proyectos son una forma de financiar el mantenimiento de las revistas, asistir selectivamente a algún buen congreso y la renovación del material informático. Pero no es investigación.
A su vez, para completar el despilfarro, las universidades, endeudadas por generaciones, asignan, para contentar a su clientela más mediocre, partidas de dinero para investigación a favor de proyectos que fueron rechazados por las agencias nacionales o regionales o simplemente que ni se molestaron en competir. Fiesta para todos, ahora paga la Comunidad Autónoma; todos nosotros.
Estuve unos años en un comité que examinaba las propuestas de estancias breves en el extranjero y ¡qué curioso! una gran mayoría era en agosto, cuando en muchos centros universitarios europeos y norteamericanos de investigación, aunque abiertas su bibliotecas como las nuestras, los principales responsables de los grupos de investigación están de vacaciones y difícilmente podían entablar relaciones científicas con ellos, que sería hoy el principal objetivo de esos viajes… Vacaciones pagadas con el presupuesto del Estado.
No voy a resolver la vieja cuestión de qué es investigar. Pero lo que no es, debería ser claro, es la repetición de conocimientos ya existentes; eso no es investigación. Que los profesores deben formarse y ampliar sus conocimientos, es necesario, pero eso es formación continuada y no precisa más que unos presupuestos ordinarios y estables que mantengan adecuadamente las bibliotecas (colecciones de revistas científicas -digitales si las hubiere o de la galaxia Gutemberg- y las adquisiciones de los libros); muchos proyectos son falsos proyectos de investigación y lo que se pretende se puede conseguir como se hacía antiguamente cuando no había dinero que despilfarrar: se hacen lecturas sistemáticas y amplias de la investigación ya publicada por otros, accesible y ya pagada en las bibliotecas universitarias; así es como debemos formarnos e investigar nosotros nuevos horizontes.
Investigar es crear conocimiento, añadir conocimiento nuevo al ya existente; tratar de resolver los problemas nuevos de la sociedad. Con temas generales, reinventando la rueda, publicando sobre lo ya publicado mil veces, en los ámbitos científico-jurídicos que me son próximos, no se hace investigación. Un gran maestro decía que no se puede hacer investigación sobre «el océano Atlántico» sino sobre una gota del océano… No nos extrañe que no nos tomen en serio los científicos de «bata blanca» (aunque habría que reflexionar también sobre el control de sus proyectos, su verdadero nivel y la fácil y asequible forma de obtener sexenios o tramos de investigación para todos).
El fraude de la investigación en España es grave. Además de financiar proyectos de supuestos grupos sobre temas ya estudiados, a las universidades se las evalúa y a los profesores se le añaden puntos en su promoción profesional por el número de los proyectos de investigación obtenidos y las cantidades financiadas retroalimentando el fraude. Importan las cantidades, no la calidad de los resultados. Y también se evalúa a universidades y profesores por el número de tesis dirigidas; así que ya no importa si están plagiadas, o son un centrifugado de Google o de miles de documentos de la red; cuantas más mejor. Todos sabemos lo que hacen los miembros de los tribunales, nadie quiere problemas; es un acto social y unos puntos más para la hucha de la evaluación positiva en las futuras promociones o para quitarse carga docente. Y una tesis más para las estadísticas españolas y el equipo rectoral agradecido.
MUCHOS COMPAÑEROS estiman que publicar es investigar. La investigación requiere transmitir a la comunidad científica y a la sociedad y, por tanto, requiere publicar por los cauces adecuados, pero no todo lo que se publica es investigación. Con toda seguridad, nunca se había publicado tanto y con tanta facilidad en las ciencias sociales y jurídicas. Pero también sabemos que trabajos de innovación hay pocos. Publicamos porque con frecuencia la sociedad (las administraciones públicas, las empresas, etc.) requieren nuestros conocimientos y su sistematización. Pero no es investigación. Aportar ideas nuevas o enfoques originales no es fácil ni se llega a ello todos los días… Todos publicamos más que investigamos.
Es más, se publica tanto en los últimos tiempos porque los sistemas de evaluación de la Aneca y de las anequitas regionales son tan perversos que, de nuevo, sólo les interesa la cantidad de tesis, el número de proyectos financiados y el número de publicaciones y no los contenidos… Incluso demostrando que el mismo trabajo, sólo que con distinto título y párrafo de inicio -por si piden fotocopia de la primera página-, estaba incluido varias veces, valoran positivamente cada uno de ellos. Los profesores ya se saben la trampa y un mismo trabajo lo publican varias veces, con títulos distintos, en libros colectivos o en diversas revistas o, eso sí, indexadas -que es cumplir unos meros formalismos en la gran mayoría de las revistas- como exigen las burocracias educativas boloñesas. A nadie debe extrañar que nuestras universidades ocupen lugares muy bajos en la valoración europea y mundial.
En España, a los docentes y a las universidades se les evalúa por acumulación y por indicios externos… Sin leer los contenidos. Como el hidalgo de El Buscón, con el palillo en la boca para aparentar que había comido carne. La investigación no interesa en España. Sólo las apariencias y gastar y gastar en una economía tambaleante (aunque no por causa de la no política de investigación). No estoy en condiciones de saber si España necesita asignar más recursos en investigación; pero sé que no hay buenas prácticas que seleccionen proyectos sobre problemas nuevos, desconocidos, y que requieran soluciones nuevas. Hay despilfarro, con o sin crisis económica. Como siempre, haciendo amigos.
Como a otros muchos profesores de universidad y desde hace muchos años, la agencia estatal (ANEP) y agencias autonómicas me encargan evaluar proyectos de investigación que presentan grupos aleatorios de profesores (ni tan siquiera grupos de investigación consolidados) para optar en los ámbitos del Derecho, a veces de las Ciencias Sociales y de las Humanidades, a una financiación con dinero público. También he formado parte, en el pasado, en varias ocasiones del comité ministerial que finalmente selecciona los proyectos y el reparto del dinero para cada proyecto. En todos mis informes e intervenciones he expuesto ya estas preocupaciones.
En pocas ocasiones (¿un 10 o 15%?), tras hacer la evaluación, me he encontrado con verdaderas propuestas de investigación. La mayoría de las solicitudes son temas muy trillados, con decenas de monografías o artículos ya publicados en España (y por ende, con centenares de trabajos en nuestro entorno europeo o internacional). Son asuntos, con demasiada frecuencia, muy generales y, por tanto, sin posibilidad alguna de añadir conocimiento.
Sin precisar el concreto objeto de investigación, piden decenas o centenares de miles de euros para viajar por un sinnúmero de países, por ejemplo, para encontrar las normas, sentencias y otros documentos que están a un golpe de ratón en el ordenador que le paga el Estado, incluida la conexión a Internet, en su despacho o que se encuentran en nuestras bibliotecas (en general, muy bien dotadas en la democracia…). Y tales proyectos obtienen financiación pública porque la inmensa mayoría de los expertos que hacen los informes actúan como en una sociedad de socorros mutuos, hoy por ti, mañana por mí.
En los casos más honrados, las solicitudes de proyectos son una forma de financiar el mantenimiento de las revistas, asistir selectivamente a algún buen congreso y la renovación del material informático. Pero no es investigación.
A su vez, para completar el despilfarro, las universidades, endeudadas por generaciones, asignan, para contentar a su clientela más mediocre, partidas de dinero para investigación a favor de proyectos que fueron rechazados por las agencias nacionales o regionales o simplemente que ni se molestaron en competir. Fiesta para todos, ahora paga la Comunidad Autónoma; todos nosotros.
Estuve unos años en un comité que examinaba las propuestas de estancias breves en el extranjero y ¡qué curioso! una gran mayoría era en agosto, cuando en muchos centros universitarios europeos y norteamericanos de investigación, aunque abiertas su bibliotecas como las nuestras, los principales responsables de los grupos de investigación están de vacaciones y difícilmente podían entablar relaciones científicas con ellos, que sería hoy el principal objetivo de esos viajes… Vacaciones pagadas con el presupuesto del Estado.
No voy a resolver la vieja cuestión de qué es investigar. Pero lo que no es, debería ser claro, es la repetición de conocimientos ya existentes; eso no es investigación. Que los profesores deben formarse y ampliar sus conocimientos, es necesario, pero eso es formación continuada y no precisa más que unos presupuestos ordinarios y estables que mantengan adecuadamente las bibliotecas (colecciones de revistas científicas -digitales si las hubiere o de la galaxia Gutemberg- y las adquisiciones de los libros); muchos proyectos son falsos proyectos de investigación y lo que se pretende se puede conseguir como se hacía antiguamente cuando no había dinero que despilfarrar: se hacen lecturas sistemáticas y amplias de la investigación ya publicada por otros, accesible y ya pagada en las bibliotecas universitarias; así es como debemos formarnos e investigar nosotros nuevos horizontes.
Investigar es crear conocimiento, añadir conocimiento nuevo al ya existente; tratar de resolver los problemas nuevos de la sociedad. Con temas generales, reinventando la rueda, publicando sobre lo ya publicado mil veces, en los ámbitos científico-jurídicos que me son próximos, no se hace investigación. Un gran maestro decía que no se puede hacer investigación sobre «el océano Atlántico» sino sobre una gota del océano… No nos extrañe que no nos tomen en serio los científicos de «bata blanca» (aunque habría que reflexionar también sobre el control de sus proyectos, su verdadero nivel y la fácil y asequible forma de obtener sexenios o tramos de investigación para todos).
El fraude de la investigación en España es grave. Además de financiar proyectos de supuestos grupos sobre temas ya estudiados, a las universidades se las evalúa y a los profesores se le añaden puntos en su promoción profesional por el número de los proyectos de investigación obtenidos y las cantidades financiadas retroalimentando el fraude. Importan las cantidades, no la calidad de los resultados. Y también se evalúa a universidades y profesores por el número de tesis dirigidas; así que ya no importa si están plagiadas, o son un centrifugado de Google o de miles de documentos de la red; cuantas más mejor. Todos sabemos lo que hacen los miembros de los tribunales, nadie quiere problemas; es un acto social y unos puntos más para la hucha de la evaluación positiva en las futuras promociones o para quitarse carga docente. Y una tesis más para las estadísticas españolas y el equipo rectoral agradecido.
MUCHOS COMPAÑEROS estiman que publicar es investigar. La investigación requiere transmitir a la comunidad científica y a la sociedad y, por tanto, requiere publicar por los cauces adecuados, pero no todo lo que se publica es investigación. Con toda seguridad, nunca se había publicado tanto y con tanta facilidad en las ciencias sociales y jurídicas. Pero también sabemos que trabajos de innovación hay pocos. Publicamos porque con frecuencia la sociedad (las administraciones públicas, las empresas, etc.) requieren nuestros conocimientos y su sistematización. Pero no es investigación. Aportar ideas nuevas o enfoques originales no es fácil ni se llega a ello todos los días… Todos publicamos más que investigamos.
Es más, se publica tanto en los últimos tiempos porque los sistemas de evaluación de la Aneca y de las anequitas regionales son tan perversos que, de nuevo, sólo les interesa la cantidad de tesis, el número de proyectos financiados y el número de publicaciones y no los contenidos… Incluso demostrando que el mismo trabajo, sólo que con distinto título y párrafo de inicio -por si piden fotocopia de la primera página-, estaba incluido varias veces, valoran positivamente cada uno de ellos. Los profesores ya se saben la trampa y un mismo trabajo lo publican varias veces, con títulos distintos, en libros colectivos o en diversas revistas o, eso sí, indexadas -que es cumplir unos meros formalismos en la gran mayoría de las revistas- como exigen las burocracias educativas boloñesas. A nadie debe extrañar que nuestras universidades ocupen lugares muy bajos en la valoración europea y mundial.
En España, a los docentes y a las universidades se les evalúa por acumulación y por indicios externos… Sin leer los contenidos. Como el hidalgo de El Buscón, con el palillo en la boca para aparentar que había comido carne. La investigación no interesa en España. Sólo las apariencias y gastar y gastar en una economía tambaleante (aunque no por causa de la no política de investigación). No estoy en condiciones de saber si España necesita asignar más recursos en investigación; pero sé que no hay buenas prácticas que seleccionen proyectos sobre problemas nuevos, desconocidos, y que requieran soluciones nuevas. Hay despilfarro, con o sin crisis económica. Como siempre, haciendo amigos.
Conocía el artículo de la profesora Araceli Mangas y creo que es muy idea incluirlo en la FANECA. Cuando lo leí me surgió una duda ¿es posible la investigación en Derecho? La profesora Mangas plantea que la mayoría de los proyectos que había evaluado no eran auténticos proyectos de investigación; pero quizá sea porque en Derecho no se puede hacer auténtica investigación.
ResponderEliminar¿Qué hacemos los profesores de Derecho, al menos aquéllos que nos dedicamos al Derecho positivo? Pues, básicamente estudiar el ordenamiento jurídico y analizar cómo se proyecta dicho ordenamiento sobre supuestos concretos. Esencialmente es lo mismo que hacen los abogados, los jueces, los notarios y cualquier otro jurista. Varían los detalles y la motivación, pero la esencia es la misma. Así pues o bien concluimos que los abogados, los jueces y los notarios investigan cuando desarrollan las tareas que les son propias; o bien que los profesores de Derecho no investigan.
A mi esto no me plantea ningún problema. El Derecho existía antes de que se hubiera desarrollado el método científico y no creo que sea necesario para dotarlo de relevancia o seriedad vincularlo a la ciencia propiamente dicha, que opera de forma diferente a nuestra rama del saber.
No me quiero meter en esto, que corresponde a quienes se dedican a estas cosas, sino que quiero centrarme en que este pretendido carácter científico del Derecho incide también en cosas tan concretas como es la financiación de la "investigación jurídica". Desde hace unos lustros, casi dos décadas, se ha ido cambiando el modelo de financiación de las Facultades, Departamentos, áreas jurídicas. Ha disminuido el presupuesto ordinario y se hace imprescindible recurrir a los "proyectos de investigación" para sustituir esa disminución de los recursos. El dinero de los proyectos, sin embargo, tal como apunta la profesora Araceli Mangas, va destinado mayoritariamente a esa financiación ordinaria que se resume en la adquisición de material informático, en el mantenimiento de la biblioteca y la financiación de los viajes a congresos o centros de investigación. Yo preferiría esa finaciación ordinaria suficiente (que no es tanto dinero) al recurso a los proyectos de investigación. En Derecho, además, es así como tiene que funcionar. Si nos dan unas decenas de miles de euros para investigar, por ejemplo, la responsabilidad precontractual en DIPr ¿dejamos de comprar libros de Derecho de familia o de arbitraje? Y si cumplimos estrictamente y dejamos de comprar todo lo que no tenga que ver con la responsabilidad precontractual, una vez acabado el proyecto ¿nos quedamos de manos cruzadas, porque tenemos huecos importantes en la bibliografía sobre arbitraje o derecho de familia?
Nada de lo anterior tiene nada que ver con la auténtica investigación, generalmente costosa y forzosamente orientada a logros o resultados concretos a los que puede dedicarse toda una vida. Mi hipótesis es la de que la indebida asimilación del Derecho a la Ciencia es responsable en parte de este despilfarro que denuncia la profesora Mangas Martín.
Entiendo también que alguien podría interpretar que mi propuesta implica dinero sin responsabilidad, "deme usted el dinero, que yo haré lo que me de la gana". No se trata de eso, debe exigirse responsabilidad por el dinero entregado y, en el caso de que no haya resultados, disminuirse el presupuesto; pero esta evaluación debe ajustarse a la naturaleza del trabajo del Derecho. La financiación a partir de mecanismos como los SGR o similares me parece más ajustada que el mantenimiento del modelo basado en la concesión de proyectos y más proyectos que, con frecuencia, no son más que una forma de obtener el dinero mínimo para subsistir.
Estoy totalmente de acuerdo con Rafael: el modelo de financiación a través de proyectos se ajusta regular a la investigación jurídica (sea esta o no una labor estrictamente científica,cuestión que no influye en la dignidad e importancia del estudio del Derecho). La tremenda insuficiencia de los presupuestos ordinarios para destinar a bibliotecas o a gastos tan corrientes como ordenadores o incluso folios o bolígrafos, prácticamente reducida a cero en las universidades actuales, hace imprescincible el recurso a "pseudoproyectos" nacionales, autonómicos o de la propia universidad, que en realidad son la cobertura económica del trabajo digno. Si no se ajustan estrictamente a los criterios científicos y no son "investigación" genuina, ¿cúal es la alternativa?¿morir de inanición o simplemente no hacer nada?.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con la Profesora Araceli Mangas.
ResponderEliminarBueno, soy jurista de la Academia y siempre he admirado mucho a la Profesora Mangas… y lo sigo haciendo.
ResponderEliminarResumiendo, creo que hay mucho de verdad en lo que dice.
No obstante, hay otros pocos pasajes del artículo más cuestionables:
1) las solicitudes de estancias en el extranjero comprenden el mes de agosto sencillamente porque es el más compatible con las tareas docentes;
2) no es por lo común cierto que las bibliotecas de las universidades extranjeras no estén accesibles ese mes. No me creo que la profesora Mangas no haya constatado esto por sí sola. No sabría decirle sobre las norteamericanas, pero en todo caso se trata de un país mucho menos frecuentado por los juristas que por otros investigadores, a salvo por especialistas del área, muy minoritaria en el ámbito del Derecho, que profesa la Dra. Mangas. Luego conviene decir la verdad, pero no exagerar deliberadamente;
3) de ninguna manera un acopio bibliográfico extranjero serio y riguroso puede hacerse desde el ordenador “de casa”, ni siquiera hoy día, como sugiere Doña Araceli, salvo que, de nuevo, se trate tal vez de su particular (y, repito, muy minoritaria) especialidad de estudio. Para invgestigar es preciso acudir a las fuentes y las del Derecho extranjero se encuentran en los respectivos países, quiera o no la Sra. Mangas. Es más, para comprender con suficiencia un ordenamiento foráneo no basta recopilar artículos durante un mes sino que conviene realizar estancias más prolongadas en las que se capte la esencia de los sistemas jurídicos, parte, al fin, de la cultura. No comparto en absoluto la simplificación propuesta por esta prestigiosa profesora consistente en que baste para que se pueda “pontificar” sobre instituciones jurídicas paridas a base de siglos en cualquier país con leer los materiales que hay en Internet sobre el mismo.
4) por último, la prudencia mñas elemental aconseja que si no se tienen datos precisos y corroborados (o se tienen pero no se quieren aportar) sobre la práctica de parecidas corruptelas a las descritas por la autora en el ámbito de la investigación en ciencias experimentales, lo mejor es no decir nada: tirar la piedra y esconder la mano no resulta práctica muy recomendable ni seria. Desde luego, si sabe algo la autora, está tardando, en mi opinión, demasiado en escribir un artículo como el que nos ha obsequiado sobre la investigación jurídica. La sociedad se lo agradecerá, como agradece sin duda este otro.
El resto es, por mi experiencia, muy cierto. Y es un escándalo.
Saludos.
Querida Araceli, la mayoría nos vamos a INVESTIGAR en verano porque el resto del año nos sale la docencia por la orejas y por responsabilidad no queremos echarsela al compañero, y renunciamos a nuestras vacaciones y nos pasamos 12 horas diarias metidos en un instituto donde por cierto un director alemán sí está todo el mes de agosto y nos recibe y se entrevista con los huespedes todas las veces que haga falta porque sabe que precisamente en agosto es cuano mas afluencia tiene el instituto, lo que además te permite intercambiar opiniones con italianos, franceses, portugueses, etc. etc. quizás como tu nunca vas en agosto no has podido constartarlo...
ResponderEliminarEn lo que llevamos de año he hecho 3 evaluaciones para la ANEP, y las evaluaciones son anónimas, lo que me ha permitido rechazar aquellas que no presentaban un proyecto serio, porque, aunque no lo creas no todos menos tu somos unos prevaricadores que actuamos como agencias de socorro hoy por ti mañana por mi....
nos conocimos hace muchos años en un congreso, por supuesto ni te acordarás... pero yo si recuerdo que me hiciste un comentario sobre un tema del congreso cuando me presenté, me dijiste, "claro, es que todos los penalistas a esto lo llamáis tal sin saber nada... y pense´que pena, ni ha leido a un solo penalista sobre la materia ni le importa, se ha prefabricado su juicio y encima me lo suelta así a mi que llevo 6 años predicando lo contrario...
en fin, te voy a llamar araceli la de los prejucios apresurados.... lo triste es que ademá los sueltes en un diario que lee mucha gente que se puede creer tus invenciones....
Yo conozco a la profesora Mangas y lo que puedo decir es que no está en su sano juicio - la gente no se da cuenta porque sólo considera el éxito profesional, pero en el caso de la señora Mangas hay que hablar de una persona profundamente amargada y acomplejada. Se las da de sabérselas todas, incluso habla de ética, pero todo esto viene de boca de una mujer que sufre trastornos afectivos y que no se aguanta a sí misma.
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