El sábado 6 de febrero se publicaba en FANECA una entrada del Prof. Jacobo Dopico Gómez-Aller titulada “Bolonia suicida en la Universidad Carlos III de Madrid”, en la que denunciaba algunas contradicciones de esa Universidad, la suya, en relación con la división en grupos y la impartición de la docencia en el marco del conocido como Plan Bolonia. La entrada resultó polémica y produjo diversas reacciones y comentarios. No me voy a referir al contenido de unos y otros ni juzgaré si tienen razón. Pero uno de los comentarios, enviado por Eduardo, concluía así: “Este profesor que critica su universidad es de los que ‘escupen y le cae en lo alto’. Nos viene muy bien a los de la uam. Muchas gracias colega”. Esto es lo que me da pie para las presentes reflexiones.
No sólo el amigo Eduardo, sino muchos universitarios (yo se lo he oído, por ejemplo, a miembros del Consejo de Gobierno y al menos a un Rector de mi Universidad) piensan que las críticas a la Universidad propia deben realizarse sólo dentro de ella y, a ser posible, en voz baja, pues, si salen fuera, se contribuye al desprestigio de la Universidad, se frustran a veces expectativas de ella o incluso se beneficia a la competencia (como cree Eduardo).
No cabe duda de que un universitario debe ser leal con la institución a que pertenece y procurar beneficiarla y no lo contrario. Esta lealtad exige, desde luego, que antes de sacar a relucir al exterior algún problema de la Universidad, haya que informarse muy bien de la situación (no fiándose, por ejemplo, sin más de rumores), incluso intentar denunciarlo y pedir aclaraciones antes dentro de ella y, si son satisfactorias, terminar ahí la cuestión. Pero si la entidad del asunto lo aconseja o la respuesta que se obtiene dentro es el silencio o una inadecuada explicación o la reprensión por remover las aguas o, no digamos, el insulto, y se poseen buenas razones para creer que el problema existe y no se procura su solución, nada hay de desleal en denunciarlo también de puertas afuera de la Universidad. No cabe confundir, como a menudo ocurre, lealtad con encubrimiento o “trágala”.
Es más, la lealtad debida a la institución exige en ocasiones actuar denunciando hacia fuera, de modo que pueda producirse algún cambio en la situación. Es verdad que a veces las denuncias no se producen con ánimo de mejorar, con afán constructivo, sino todo lo contrario o incluso por rencillas personales. Ello puede ser moralmente criticable y dar lugar incluso a exigencia de responsabilidades de distinto orden si la denuncia resulta un total infundio. Pero, si no es así, el fin espurio no empece la realidad objetiva de la denuncia y, si la situación, al margen del fin del denunciante, la justifica, se estará haciendo un bien a la Universidad.
Por lo demás, especialmente en una Universidad pública, no debe olvidarse que ésta no es un chiringuito de amigos ni un colegio cerrado, sino que se debe a la sociedad y ha de rendir cuentas a ésta y a los contribuyentes que la mantienen. Que la sociedad sepa algo más de lo que se cuece dentro de las universidades me parece una necesidad imperiosa. Pero de eso tal vez hablemos otro día.
No sólo el amigo Eduardo, sino muchos universitarios (yo se lo he oído, por ejemplo, a miembros del Consejo de Gobierno y al menos a un Rector de mi Universidad) piensan que las críticas a la Universidad propia deben realizarse sólo dentro de ella y, a ser posible, en voz baja, pues, si salen fuera, se contribuye al desprestigio de la Universidad, se frustran a veces expectativas de ella o incluso se beneficia a la competencia (como cree Eduardo).
No cabe duda de que un universitario debe ser leal con la institución a que pertenece y procurar beneficiarla y no lo contrario. Esta lealtad exige, desde luego, que antes de sacar a relucir al exterior algún problema de la Universidad, haya que informarse muy bien de la situación (no fiándose, por ejemplo, sin más de rumores), incluso intentar denunciarlo y pedir aclaraciones antes dentro de ella y, si son satisfactorias, terminar ahí la cuestión. Pero si la entidad del asunto lo aconseja o la respuesta que se obtiene dentro es el silencio o una inadecuada explicación o la reprensión por remover las aguas o, no digamos, el insulto, y se poseen buenas razones para creer que el problema existe y no se procura su solución, nada hay de desleal en denunciarlo también de puertas afuera de la Universidad. No cabe confundir, como a menudo ocurre, lealtad con encubrimiento o “trágala”.
Es más, la lealtad debida a la institución exige en ocasiones actuar denunciando hacia fuera, de modo que pueda producirse algún cambio en la situación. Es verdad que a veces las denuncias no se producen con ánimo de mejorar, con afán constructivo, sino todo lo contrario o incluso por rencillas personales. Ello puede ser moralmente criticable y dar lugar incluso a exigencia de responsabilidades de distinto orden si la denuncia resulta un total infundio. Pero, si no es así, el fin espurio no empece la realidad objetiva de la denuncia y, si la situación, al margen del fin del denunciante, la justifica, se estará haciendo un bien a la Universidad.
Por lo demás, especialmente en una Universidad pública, no debe olvidarse que ésta no es un chiringuito de amigos ni un colegio cerrado, sino que se debe a la sociedad y ha de rendir cuentas a ésta y a los contribuyentes que la mantienen. Que la sociedad sepa algo más de lo que se cuece dentro de las universidades me parece una necesidad imperiosa. Pero de eso tal vez hablemos otro día.
El silencio cómplice no es lealtad, es cobardía y, en el caso del que hablamos, coautoría con la estafa y el engaño a la sociedad.
ResponderEliminarLa responsabilidad con la que, a menudo, obran quienes se ven obligados a desvelar asuntos escabrosos en el funcionamiento de la Universidad contrasta, también en muchas ocasiones, con la irresponsabilidad de quienes desde la propia Institución, nada hacen por evitar su repetición.
ResponderEliminardesde fuera la idea es: endogamia, viciada...esa es la imagen que se tiene. esa es la idea que se verbaliza, que he oido por doquier...la realidad..no la conozco...que si la aneca..que si la faneca...la imagen que transciende es desproposito y endogamia
ResponderEliminarDesde luego la responsabilidad de quienes forman parte de esta universidad es la de denuciar el jardín embarrado en el que se está metiendo la institución. Precisamente por lealtad a ésta se debe denunciar abiertamecente la falta de profesionalidad que en ella existe, mas si se hace en un intento de salvar a los propios alumnos. No olvidemos que como administración publica debería responder al interes general. Y cuando éste está en duda, los trapos hay que lavarlos al aire "libre".
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